COMIENZA EL ESPECTáCULO (II).

 

Supervivencia, naturaleza, cazas humanas, una especie de panteísmo cuya existencia ellos mismo desconocían pero que idolatraban sin saberlo: esos eran los ingredientes preferidos de mis tíos a la hora de escoger una película. Ese era el cine que yo consumía las noches templadas de los veranos ochenteros en el pueblo de mis parientes maternos. Por eso, gracias a algunos hermanos de mi madre, apreciaba yo tanto, siendo un chiquillo, al trampero Jeremiah Johnson, a los osados (y malogrados) excursionistas de Deliverance (John Boorman. 1972), al solitario oso de Annaud o al cazador Dersu Uzalá (Akira Kurosawa. 1975). 

Nils Gaup se llevó una nominación al Oscar por su trabajo Ofelas (1987), amén de unos cuantos trabajos posteriores en Hollywood que no son dignos de recuerdo. Pathfinder (El guía del desfiladero), que es el título que se dio al filme de Gaup en Estados Unidos, tendría innecesario remake (innecesariamente violento, innecesariamente fastuoso, innecesariamente ambientado en una Norteamérica colonizada por los vikingos) en el 2007. Se tituló, también, Pathfinder y, esto sí es extremadamente necesario, no podéis confundirlos.

Ofelas, en su versión original, está escrita en lengua saamí y cuenta con la colaboración del artista finlandés Nils-Aslak Valkeapää, que creó su banda sonora centrándose en la cultura de su pueblo, el lapón (aunque este es un término veladamente despectivo que los samis no consideran apropiado) y en cantos tradicionales como los yoik. Mike Oldfield (otro viejo amigo de mis tíos, al que alababan casi tanto como al difícilmente clasificable Kitaro) usaría el coro compuesto por Valkeapää, que aparece en los opening credits de Pathfinder, para su album The songs of a distant Earth (1994).

En definitiva, otro comienzo de cine que me cautivó. No podía imaginar que una historia que arrancara hablando de un reno pudiera fascinarme tanto.